La planificación a largo plazo en los tiempos de crisis

Recientemente, tuve la oportunidad de contactar con una pequeña empresa formada por profesores de formación profesional que para enfrentarse a las dificultades económicas habían decidido aunar esfuerzos y pasar de trabajar como autónomos a crear su propia empresa.

Cuando explicaban su sistema de gestión y la organización que seguían, me llamó especialmente la atención que no se planteaban estrategias u objetivos a medio y largo plazo, ya que en el contexto actual no podían asegurar su continuidad más allá de los próximos meses.

En múltiples ocasiones he abordado el tema de cómo plantear objetivos a largo plazo, sin embargo, en este caso me planteaban si realmente tiene sentido en según qué contextos de incertidumbre.

Mi respuesta en este caso fue clara, sí tiene sentido, aunque debemos tratar de marcar objetivos alcanzables, realistas y con los cuales podamos comprometernos.

Es obvio que sería complicado marcar un crecimiento económico exponencial a cinco años vista, pero, a pesar de que muchas veces nos empeñemos en lo contrario, los objetivos en las empresas no sólo deben ser económicos.

Aunque los recursos económicos sean fundamentales para su superviviencia, una empresa o negocio es más que sus números.

Pueden establecerse objetivos de mejora en instalaciones, atención, desarrollo de nuevos productos o servicios y otros aspectos adicionales que no tienen porque implicar un coste económico.

Establecer objetivos en este sentido ayudaría además a generar una visión más clara de hacia donde se dirige la empresa y cuáles son sus valores. Marcar unos objetivos y una visión no es sólo recomendable sino necesario.

5 razones por las cuales marcar objetivos a largo plazo

Tanto si los objetivos que nos marcamos son a nivel personal como si pertenecen a la estrategia de nuestra empresa, este proceso nos reportará múltiples beneficios:

1. Facilitan la planificación
   Como ya hemos explicado anteriormente, cuando establecemos unos objetivos generales, estos se descomponen en otros más específicos y concretos y estos a su vez en tareas más simples. Si establecemos todos estos pasos, es muy probable que perdamos por el camino la visión de donde queríamos llegar cuando comenzamos y nuestras acciones sean menos eficaces.
2. Ayudan a la detección de dificultades
   En relación con lo anterior, si dedicamos un tiempo a pensar donde queremos estar en un momento futuro, es fácil establecer los pasos y a su vez, anticipar algunas de las dificultades con las que nos cruzaremos en este proceso.
   No es necesario (ni factible) tratar de avanzar todo lo que ocurrirá, pero siempre puede ser útil facilitar un poco el proceso.
3. Aumentan la motivación
   Cuando definimos objetivos a largo plazo y los descomponemos en metas a corto plazo u objetivos específicos, conseguimos un extra de motivación durante todo el proceso ya que estaremos acercándonos poco a poco a lo que nos hemos propuesto. Sin embargo, si sólo nos movemos por la planificación inmediata no seguiremos este proceso de consecución de metas y generación de nuevos retos.
4. Proporcionan estabilidad
   A pesar de que los objetivos pueden no llegar a cumplirse, las condiciones cambiar y encontrar dificultades no previstas, apostar por uno/s mismo/s es un paso clave para conseguir que nuestros objetivos se cumplan.
   Si nos imponemos trabas antes de comenzar a trabajar en ello, es difícil que consigamos lo que nos proponemos. Nuestros objetivos deben ser realistas pero también atractivos para nosotros y lo que es más importante, debemos creer en ellos.
5. Mejoran la probabilidad de éxito
   En resumen de todo lo anterior, si generamos una mejor planificación, mejoramos nuestra motivación y anticipamos obstáculos, también es más probable que nos acerquemos al éxito.

Después de todo lo anterior, cabe recordar que a pesar de que establezcamos objetivos previamente, estos son revisable y pueden reformularse con los cambios que aparezcan.  

Imagen vía: glosario informático