Procrastinar o postergar
es
una de las actividades más habituales en la vida académica,
y no, no cuenta para nota. Cuando tratamos de emprender una tarea,
algo así como una fuerza irrefrenable nos insta a alejarnos de
aquello que debemos hacer. Nos levantamos de la mesa, limpiamos la
habitación, fregamos los platos e incluso nos adentramos en el
maravilloso mundo de la repostería. Y todo, para dedicarnos a
cualquier otra cosa que nos separe del irremediable comienzo.
Adicionalmente, los
beneficios que tanto alabamos de la era Internet: Tener acceso a
contenidos heterogéneos prácticamente ilimitados y de forma
inmediata, no ayuda a la hora de concentrarnos.
Cada día más y más
jóvenes (y no tan jóvenes) se ven aquejados por este mal moderno y
su solución a priori nada sencilla no es imposible. Cuando llega la
época de exámenes, trabajos, exposiciones o lo que fuere, cualquier
excusa es buena para dejarlo para más tarde, incluso cosas que
reconoceríamos abiertamente que no nos gusta hacer.
Se ha escrito mucho sobre
cómo mejorar la productividad, desde técnicas básicas como la
técnica Pomodoro (o
aquellas que ayudan a descomponer en pequeñas tareas),
hasta sistemas totalmente articulados como Get Things Done de David
Allen.
Para evitar la
desesperación inmediata, pueden aplicarse algunos
sencillos trucos para mejorar la organización:
Priorizar aquellas tareas más importantes y urgentes, aplicar
pequeños refuerzos a premios por la consecución de objetivos o
intercalar tareas que requieran diferentes niveles de concentración,
pueden ser claves que te ayuden a ponerte a la faena y no dejarlo
para mañana.
Sin embargo, la mejor
forma de atajar el problema es conocer cuáles son los motivos que lo
provocan. Es decir, la procrastinación no aparece sin más, existen
razones por las cuales no nos enfrentamos a esas tareas. Algunas
razones habituales para postergar son:
- El miedo al fracaso puede bloquearnos ya que acabamos aplazando las actividades que creemos no vamos a hacer correctamente.
- En relación con la anterior, la presión de unas expectativas demasiado altas (ya sean nuestras o por parte de otros) nos dificultan las tareas por el miedo a no ser cumplidas.
- Si una tarea no nos interesa o no nos resulta motivante, difícilmente querremos dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a ella.
Una vez hemos conseguido
determinar la causa es necesario trabajar sobre el origen del
problema, sólo así será posible mejorar nuestra productividad y
reducir la procrastinación a largo plazo.
Imagen vía: manuel gross
1 comentarios:
Estaba alucinada con esta palabreja pues no sabía que existía hasta que en la oficina llegaron los de sistemas a instalarnos un programa para acabar con la procrastinación. Mi cara parecía un poema, también la de mis compañeros… menos mal que no era la única que no había oído hablar de eso!! Yo no sabía que significaba y mucho menos que lo padeciera! Pero ahora se que si y también sé que es un problema que ha pasado a otra dimensión. Os dejo el enlace del software que nos han instalado por si le sirve de ayuda a alguien más. www.workmeter.com. Saludos.
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