Si anteriormente señalábamos algunas de las razones por las que procrastinamos, en este caso nos centraremos en las razones para dejar de hacerlo.
¿Qué nos aportará dejar de procrastinar? ¿Qué gánamos o qué perdemos?
Una de las cuestiones principales en las que podemos apreciar diferencia es la gestión del tiempo. Si logramos emprender antes una tarea, podemos utilizar el tiempo para otros asuntos de nuestro interés y lo que es más importante, ¡sin remordimientos ni culpabilidad!
Aunque parezca que la planificación es sinónimo de una vida rutinaria y aburrida, depende mucho de cómo se haga. Una organización 24/7 es imposible de sobrellevar (si hay alguien que lo haya conseguido, que se manifieste por favor y cuente su secreto) y probablemente soporífero, pero si establecemos unas mínimas pautas para distribuir trabajo y ocio nos encontraremos con tiempo libre adicional abierto a la improvisación. Y eso no es aburrido, ¿verdad?
Aunque parezca que la planificación es sinónimo de una vida rutinaria y aburrida, depende mucho de cómo se haga. Una organización 24/7 es imposible de sobrellevar (si hay alguien que lo haya conseguido, que se manifieste por favor y cuente su secreto) y probablemente soporífero, pero si establecemos unas mínimas pautas para distribuir trabajo y ocio nos encontraremos con tiempo libre adicional abierto a la improvisación. Y eso no es aburrido, ¿verdad?
Otro de los problemas que nos llevan a procrastinar es la falta de motivación por la actividad que tenemos pendiente, pero la cuestión es ¿si no la hacemos o la dejamos para mañana, va a desaparecer?
Muy probablemente no y lo que es peor, la situación se habrá complicado (Véase Ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal.”) o nos habremos generado estrés y culpabilidad de forma innecesaria.
Muy probablemente no y lo que es peor, la situación se habrá complicado (Véase Ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal.”) o nos habremos generado estrés y culpabilidad de forma innecesaria.
A menudo, dejamos de lado los proyectos que empezamos o aplazamos su inicio porque los resultados que obtendremos llegarán a largo plazo. De este modo, no llevamos a cabo actividades que nos interesan porque no conseguimos lo que buscamos rápidamente. Queremos lograr esos objetivos pero no conseguimos llegar hasta ellos.
Con éstos ya tenemos unos cuantos motivos (y cada uno aportará muchos más), ahora sólo falta el modo de hacerlo. De cómo llevar adelante proyectos a largo plazo evitando el abandono y otros problemas tratados aquí hablaremos proximamente.
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