El fin del mito de la educación universitaria

14 nov 2012 2 comentarios


Un mito es un acto de habla ritualizado que a fuerza de su repetición, acaba formando parte del sistema de creencias de una sociedad que lo considera como una historia verdadera.
Desde hace años, la universidad y su educación han formado parte de un mito dentro la cultura occidental. Nuestros padres, profesores, conocidos (e incluso desconocidos) nos inculcaban que el paso por la universidad era prácticamente obligatorio para todos, era la continuación lógica de nuestra enseñanza secundaria y finalmente nos convertiría en “alguien”. Ese alguien, como ser al que se le otorga identidad, que deviene individuo con entidad propia con un futuro por delante.
Pero, lo que es más importante está basado en la idea de seguridad. La posibilidad de controlar ese futuro, de saber qué va a pasar y de acabar con la incertidumbre.
Nos prometían un trabajo seguro, un dinero a fin de mes y un futuro cargado de opciones porque habríamos llegado a convertirnos en ese “alguien”. El trato parecía ventajoso, a cambio de dedicar unos años de tu vida al noble arte de la educación, obtendrías toda una serie de beneficios que se mantendrían no sólo a lo largo de toda tu vida, sino que con los años (y un poquito de esfuerzo) aumentarían.
A día de hoy el mito se desmorona, no tenemos un trabajo, un dinero a fin de mes ni un futuro cargado de opciones. Pasamos de la fe absoluta a la indefensión y como si de un proceso de duelo se tratase, debemos despedirnos poco a poco de la seguridad.

Creencia

A fuerza de tanto repetirlo, el mito se había convertido en realidad. Las generaciones anteriores cumplían el ritual a la perfección: seguían el camino marcado y al abandonar las universidades tenían su futuro puesto en bandeja, justo delante de ellos y sin haber movido un dedo. El engranaje rodaba y cada día más y más jóvenes (y no tan jóvenes) entraban por las mismas puertas que sus predecesores dispuestos a hacerse con sus futuros.

Esperanza
Hay dos opciones por las que la mayoría de la gente entra en la universidad y ambas se fundamentan en el mito. La primera es la más directa: Es lo que hay que hacer. La segunda puede parecer algo más concienzuda pero se basa en un simple análisis de ventajas e inconvenientes, y después de escuchar (miles de veces) los beneficios que nos ofrece un camino seguro, la decisión parece estar tomada de antemano.

Esfuerzo
Durante una carrera universitaria aparecen lo que podríamos llamar pruebas de fe. Estas pruebas equivalen a momentos en que el mito de la seguridad se tambalea y en los que se pierde la fe en el sistema de creencias que te llevó allí. Algunos recuperan la fe de forma milagrosa, otros se mueven en altibajos pero consiguen retomar el camino y finalmente, algunas ovejas descarriadas abandonan el edificio (que no la creencia).

Ruptura
Tarde o temprano había que salir por las mismas puertas por las que entraste amparado por todos aquellos que querían que fueras alguien. Se acabo el camino marcado. Si decides alargar la aventura universitaria unos años sólo consigues una moratoria basada en la esperanza que te queda aunque, obviamente, ya has visto que algo no era como te habían contado.
Sin embargo y después de pasar por todo el ritual, sigues sin tener el poder que te prometieron y además con la responsabilidad de haberte convertido en la Generación pérdida, Generación X o como lo quieran llamar. Aún no eres ese “alguien” que esperaban y sin embargo, te exigen cuentas por las expectativas que no se cumplieron. Alguien hizo algo mal, el plan era perfecto y tú tienes todas las papeletas para llevarte la peor parte.

Indefensión
Creíamos vivir en el mundo de las ideas, pero finalmente descubrimos que estábamos en la caverna de Platón y cuando tratamos de salir a la luz, nos quedamos ciegos. Nadie podía ver el camino a seguir.
Reclamas lo que te ofrecieron, pero nadie se hace responsable. La culpa es de las circunstancias. Así lo llaman.

¿Y ahora qué?
Si esto fuera un duelo real, deberíamos de haber pasado ya la fase de aceptación y comenzar a acercarnos poco a poco a un estado similar al de antes de la pérdida. Sin embargo, no sólo debemos aceptar que la seguridad no va a volver sino que ni siquiera existía, por mucho que algunos (o muchos) tratasen de hacernos creer lo contrario.

Las creencias nos llevaron al punto en el que estamos ahora. Nada es seguro. La idea de seguridad fue instaurada para alejar el miedo a lo desconocido de nuestras mentes. Y aquí es donde viene la parte compleja, no sabemos que hay después del “y ahora qué”. Ya no hay camino, el mito se ha desmontado y nadie va venir a rendirnos cuentas pasadas.
Sin la falsa seguridad que nos ampare sólo nos queda aceptar la entropía como ley del universo (y cuanto antes lo hagamos mejor). Pero ahora, eso sí y más que nunca, nuestro futuro es realmente nuestro.




Imagen vía: El proyecto matriz

2 comentarios:

  • Ikarus dijo...

    Como dices, "ya no hay camino [...]", aunque posiblemente jamás llegamos a salir de la caverna, ya que, al seguir un camino marcado siempre estuvimos cubiertos por otros, en la zona segura. Y no es hasta casi el final cuando te das cuenta de que te la vas a dar, pero es tarde, ya no puedes frenar, tienes que continuar y estrellarte.

    Aun así, prefiero ser de los que ha seguido ese camino marcado. :-)

  • Unknown dijo...

    La cuestión no es seguir el camino o no, lo importante es que nos estemos dando cuenta (por fin) de que hay más alternativas y a partir de ahí decidir.
    Gracias por tu comentario!

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